15/1/12

a Montañita

El día 0:
Decir Machupicchu no necesitaba explicaciones. Decir Europa no necesita explicaciones. Decir Mar del Plata no necesita explicaciones! Pero hace unos meses empecé a decir Ecuador y a continuación tuve q guitarrear explicaciones. En realidad no me acuerdo cuándo, cómo ni mucho menos POR QUÉ surgió Ecuador en nuestro plan de vacaciones, pero así fue.
Unos tres meses antes de partir le pusimos tono serio a las charlas sobre viajar juntas con mis amigas de la facultad.
Tema nunca desgastado a la hora del delire de "hay q hacer algo!" implorando romper con la rutina y que la adrenalina venga de otro lado que de la mismísima adrenalina.
Queríamos playa, teníamos verano y el presupuesto cerró: Ecuador = mitad del mundo.
Ya en la cima de la montaña Machupicchu estuve en lo que esa cultura interpretó no sólo como el centro del mundo sino del universo. Así me lo explicó aquel personaje que tuve el placer de encontrar en es lugar mágico. Y estaba muy claro para mi en esa cima. Pero volviendo a los libros mas primarios, este generoso planeta se divide en Sur y Norte porque existe el ecuador, y hacia allí vamos.
Planificación: escasa. Se redujo a saber cuál era la “ciudad de la furia” en esa costa del Pacífico. Saber detalles tranquilizadores de precios promedio de hospedaje, transporte y cerveza. Suficiente. A eso le agregué saber que el punto matemático del ecuador propiamente dicho dista algunos metros del monumento de la “mitad del mundo”, construido allá cuando Google Earth y el GPS quizá no estaban ni en el horno.
Si bien el equipaje estaba listo en un 95% desde más de 24 hs, cerré la puerta de casa con esa sensación… “No llego!”.
LLEGADA A GUAYAQUIL (e inmediata retirada)!

Después de la lógica pregunta “recuperaré mi equipaje?” luego de 25 minutos de ver pasar la cinta sin mi mochila, finalmente apareció ella, intacta por suerte. Entré oficialmente a territorio ecuatoriano y seguí el consejo de conseguir cambio en el banco que está dentro del aeropuerto. Gran consejo!
Mi primera acción fue volar al Cyber espacio ya que, aparte de dar señales de vida a mi familia, necesitaba saber donde buscar a mis amigas. Luego en el stand de información un joven lugareño respondió a mi pregunta “¿cómo voy a Montañita?” la respuesta fue clara: desde la Terminal Terrestre (término que me gustó mucho), las formas de llegar a la terminal eran varias, en taxi (descartado de hecho), bus urbano, o caminando “derechito hacía allí” durante aproximadamente 15 minutos.
Caminé menos de 5 minutos en un día muy caluroso y nublado, y mi caminata se interrumpe con una construcción simple con un cartel en lo alto que decía “Terminal…”. Mi primer pensamiento  fue “ésta gente no tiene noción de la distancia!”. El lugar estaba casi vacío, una van salía llena de pasajeros no sé a donde, y varios locales estaban cerrados. Hasta ahí la terminal mas rara del mundo. Ni la vieja terminal de La Rioja en la mas profunda siesta se veía asi de desierta. Entré al único local que tenía un cartel de Montañita en su vidriera.
Una muy amable y redondeada señora me informó que no había servicio hasta dentro de 4 horas. Le pregunté si los colectivos de línea que veía por la calle no me llevaban y alli la gran respuesta: “No, pero desde la Terminal Terrestre salen buses todo el tiempo” Claro!!! Parecía la terminal mas rara porque NO era la terminal!! “esta es la terminal de negocios” agregó, cosa que confirmé al salir de allí y ver el cartel completo que habia visto al pasar que decía claramente “Terminal de Negocios”.
Bien, retomó fuerza aquella indicación inicial de 15 minutos de caminata desde el aeropuerto, hasta que en menos de 10 llegué a la imponente Terminal Terrestre (y su respectivo y claro cartel).
Es enorme y desde el aire antes de aterrizar los aviones le pasan por encima. La había visto y pensé que era un Shopping ya que lo coronaba una gran M dorada. Grande, moderna, muy comercial, y lo mas importante en ese momento: fresca!
Recorrí boleterías en busca de mi próximo destino e hice lo que no hay que hacer: le compré el boleto al primero que me lo ofreció, sin mediar negociación alguna.
Una promesa ecuatoriana no cumplida: me habían dicho que eran dos horas de viaje, y allí me dijeron que no, son 3 horas… ya se hacía interminable el viaje!
El bus hacía Montañita salió finalmente 15 minutos mas tarde de lo previsto y de una plataforma distinta a las 3 opciones que me fueron dando en la espera. Una informalidad latinoamericana que relaja o tensa según la personalidad y cansancio de cada uno. Algo a tener en cuenta es que los colectivos se identifican por empresa y número de coche, en mi caso era Libertad Peninsular, Nº 04.
En esa espera conocí a un ecuatoriano que tiene una coctelería en Montañita, Pedrito, y a un chileno (o chilenito mejor dicho) que viajaba a surfear.
El viaje fue en manos de un descerebrado chofer que manejó a toda velocidad por una ruta en excelentes condiciones pero muy sinuosa.
Dieron una pelicula hilarantemente genial “The Other Guy”, que desataba carcajadas en todos lo que ibamos viéndola.  Y para mas “color” el chofer iba cambiando el setup del idioma del audio y los subtitulos a cada rato (mientras seguía manejando…), asi q no vi casi nada del camino, incluso teniendo un atardecer en la ventana.
Llegamos a Montañita casi a las 20 hs, muy de noche ya que el atardecer habia sido 2 hs antes. Encontré fácilmente el hostel donde estaban las chicas, pero ellas no estaban. Esperé un rato, y nada. Me di varias vueltas por el pueblo, y nada. Volví, y nada. Ya no sabía qué hacer para no pensar en el hambre y la mugre que cargaba, y estaba empezando a fastidiarme cuando se me ocurrió pensar que ellas probablemente desconocían que yo llegaba ese día. Aproximadamente 10 segundos después de esa idea escuché la carcajada de la Viki a lo lejos.
Efectivamente pensaban que llegaba a la noche siguiente.
Nos bañamos (AGUA FRÍA) y salimos a buscar donde cenar. Enseñanza de cultura ecuatoriana: salir a cenar temprano. Luego de las 22.30 hay poquísimas opciones, en especial para un grupo numeroso. Al igual que en Salta los platos se sirven con todo, esa noche fue pollo + ensalada + arroz + papas fritas. Una genialidad. Cerveza en la cena y mucho mojito en la fiesta reggae en la playa.
Día agotador. A dormir en un colchon que me tiraron en el piso en la habitación de las chicas.
Al día siguiente empecé la rutina de “amanecer” temprano a la mañana para disfrutar el sol. Primer día de playa, hermoso, bellísimo mar a la temperatura ideal y super violento. Comidas pasajeras varias: pan relleno, sándwich de queso, tomate y palta, que de a poco fueron convirtiéndose en clásicos. Otro clásico: largas caminatas en la playa.
Mucho cuidado con el sol, cuando llegué las chicas habían sufrido un duro primer encuentro con el sol, y tenían importantes quemaduras por dormirse sin prestar atención al sol, asi que traté de hacer buena letra, y me bañaba con protector y bronceador para no sufrir la misma suerte. Parece una pavada, pero que nunca te pase! Optamos por alquilar sombrillas entre todas porque al mediodía era insoportable el calor, y meterse al agua era un arma de doble filo, porque refrescaba pero lavaba el protector.
Después vino la hora de probar suerte con el surf. Conocimos a Vitos, un limado y sexagenario instructor de surf. Ofrecía un mini curso de 3 o 4 días. Yo finalmente no fui de la partida surfista. Pero hubo gran desempeño de nuestra representante, Caracol.
Esa tarde tuvimos un perfecto atardecer de mar, sin que se nos nuble el horizonte. Un espectáculo impresionante. Toda la gente haciendo fotos.
Esa noche fue el turno de Wok Station un lugar de comida china (menú completo por 7 USD). Incorporamos un nuevo hábito movidos por nuestro entorno: siesta pre noche. El lugar estaba invadido totalmente por argentinos y chilenos muuucho mas jóvenes que nosotros y salían muy tarde! Así que como estos cuerpitos ya no llegaban a tanta rumba, hacíamos la siesta después de cenar para poder interactuar con mas gente en la noche que viejas, Dios!). Fuimos a Caña, un bolichongo donde nos hicimos de dos jarras de mojito deliciosas. Por la noche una leve llovizna… hermoso verano!

El día playero arranca con una serie de tareas: calentar agua para el mate, comprar galletitas, cargar agua del mega sachet para tomar (en el mercadito de la cuadra conseguimos un sachet de 4 litros de agua potable por 0.50 dólares, gran negocio ya que en la playa por ese precio o mas conseguis una botellita de 500 cc). Encayamos donde siempre y alquilamos dos sombrillas para no sufrir tanto del sol… pero se nubló!
Ese día decidí cambiar un par de horas de playa y vagancia por un recorrido por el pueblo. Muy lindo, tranquilo, chico, pero mas grande de lo que sospechaba. Compré algunas cositas entre ellas una pulsera con los colores de la bandera ecuatoriana, y varios pares de aritos. El vendedor: un colombiano artesano con el que hablé sobre un buen recorrido para conocer el país: hacia el norte, Puerto López, Puerto Cayo, Manta, Esmeraldas, luego dejar la costa hacia Santo Domingo, Quito, y bajar por la sierra hasta Cuenca antes de regresar a Guayaquil… “¿Podré?” me pregunté en ese momento…
Para el almuerzo ese día quise ceviche, pero el cevichero de la playa cobraba unos locos 5 dólares por el plato. No. Fui al viejo (y querido a esta altura) carro de “sanduches” a por uno completito y con un jugo de melón. 3 dólares el “combo”. Divain!
La tarde fue mas que tranquila, nublada, la merienda consistió en un licuado de bananas con moras (1.50 dólares) y galletitas, Onda Vaga en el mp3 y un hermoso atardecer posando nuevamente para muchas fotos.
Volví al hostel donde supuestamente estaban las chicas, pero no. La puerta estaba cerrada (esa tarde perdimos la llave un momento… “perdimos” es una forma de decir, la Viki no estaba en su mejor día…). Me dio fiaca ir a buscarlas asi que me acomodé en una de las hamacas a charlar con Ricardo uno de los chicos que trabaja en el hostel.
Al regreso de las chicas comenzó la previa de la cena: Alfon cocina! Mientras con la Vani y la Viki fuimos al “centro” a reservar la excursión del día siguiente: Isla de la Plata, que finalmente fue a la Isla de Salango. Esa noche no salimos, cenamos en el hostel, Alfon cocinó bifes con puré, rico y abundante como hacía varios días no comíamos.
En la cena con los chicos hubo intercambio de regalos de reyes.
La excursión empezó en el pueblo desde donde nos llevaron a Puerto López, a unos 40 minutos, pueblo portuario como su nombre lo indica, con muchos puestitos vendiendo la pesca de la noche. Lo que le falta de pintoresco le sobra en “aroma”.
El viaje continuó en una embarcación por un mar hermoso, azul intenso, y cuya calma solo la interrumpía el ir y venir de lanchas y botes. Llegamos hasta muy cerca de la isla donde hicimos snorkel (ciencia y arte del observacionismo del mar!). Al principio nos cansamos mucho tratando de mantenernos a flote, hasta que descubrimos que el “secreto” es planchar tranquilo y mirar hacia el fondo: piedras, corales, algas y peces de todos los colores. Realmente hay otro mundo ahí abajo.
Cuando agotamos esa actividad y las máscaras cedieron lo suficiente como para estar cansadas de sostenerlas y sacarnos el agua de adentro, no tuvimos mejor idea con la Viki y la Vani que ir nadando a la orilla (cual novias de Meolans…). Creo que no fueron mas de 30 metros, pero a mar costero… muy cansador! Sentí músculos que estaban dormidos hacía años!!
Vagamos en esa playa, virgen, donde habían dos grupos de chicos (argentinos, claros) que estaban instalados con carpa, conservadoras, frutas, y toda la magia. Se nota que es un lugar para pasar el día solamente porque la línea de la marea sobre la arena daba a entender que por la noche no deja margen para una estadía playera.
Volvimos a nuestra embarcación en kayak, haciendo un papel mas que desastroso, pero muy divertido. A bordo nos esperaban con el “almuerzo”: una porción de torta de banana, Pepsi, piña y sandía. El viaje de regreso le daba toda la vuelta a la isla, hermosa por donde se la viera, con olas azules que rompían contra las piedras.
El regreso a Montañita fue durmiendo, cansadas por tanto “deporte” u obnubiladas por el hambre?  Esa tarde hicimos un nuevo intento frustrado de probar los creps y finalmente comi unas arepas rellenas con pollo. Llegamos justo a tiempo para disfrutar un nuevo e inagotable atardecer en la playa con fotos y música.
Una nueva cena casera, esta vez con Vani nos cortamos solas, en realidad porque nadie mas quiso acompañarnos, fuimos a la verduleria de la esquina de la plaza principal y con tan solo 1.10 dólares teníamos todo para nuestro menú: arroz con verduras salteadas.
En el camino nos antojamos con una picadita: papas fritas, queso y guacamole, y menos mal que tuvimos ese antojo porque cuando llegamos la cocina estaba invadida por un numeroso grupo de rosarinos que habían comprado enormes pescados para cocinar. Finalmente aquella picada fue la cena, y el menú principal pasó para el día siguiente.
Después de la rutinaria ronda de duchas, nos fuimos rumbo al “Wok…” para que ellos cenaran y yo aproveché la ocasión para ponerme al día con la Internet.
Los tragos vinieron de la barra de Nativo Bamboo, el bolichon mas top del pueblo. Escuchamos un grupo que tocó en vivo, Afrikania que dedicaron un tema a los viajeros del mundo, comunidad a la que aspiro pertenecer, el tema se llama “Oggú salió”, lindo nombre!
La noche siguió por la calle principal de los carros de tragos bailando según la música que nos gustaba.
El dia siguiente fue lógicamente muy paja, tal vez el más. Playa con mucho sol en la mañana, hasta molesto. Conocimos a Reinier , cubano personaje divino que “reside actualmente” en Ecuador, Santo Domingo mas precisamente, y estaba de mini vacaciones en Montañita porque sabía de la joda. El anochecer fue con llovizna, que duró lo suficiente para descansar en la cama un rato, y después a dar unas vueltas al pueblo. Cocinamos el famoso arroz con verduras, y a dormir temprano.

Cosas buenas: que bueno que no me molesta caminar de mas… ni de mucho más, que no me descompongo en los viajes, que no me molesta el olor a pescado, que me gusta toda la comida, que tengo la cabeza abierta a estas distintas cosas.

La reserva de las playas de Los frailes es hasta acá lo mas lindo de este país. 3 km campo adentro desde la ruta, luego de una hora (= 3 dólares) de viaje. El colectivo paró 10 minutos en Puerto López donde aprovechamos para comprar frutas, pan, agua y un yogur para mi.
Encontramos la 1ra playa, solitaria, chica, una especie de bahia donde rompen dos filas de pequeñas olas y deján atrás un verdadero piletón salado azul repleto de placer! Hicimos bastante huevo ahí y al rato nos fuimos rumbo al “sendero natural”. El primer lugar al que llegamos fue el Mirador desde donde por supuesto se ve casi todo. Luego a “La Tortuga”, una playa muy rocosa donde está prohibido bañarse y tiene a unos metros mar adentro una roca que toma la forma de una tortuga, con algo de imaginación.
La última playa es “La Playita”, de arena negra y un mar para bañarse “con cuidado” según sugiere el cartel.
El regreso es por un sendero muy bien llamado “Bosque de Sol”: caluroso, soleado, muy duro. Casi sin agua, cansadas. Llegamos a la salida justo a la hora de cierre.
El viaje de regreso a Montañita fue a pura música con los temas de Dani. Y también llegamos a tiempo de no perdernos nuestra cita con el atardecer.
Para la cena armamos una mega picada en el hostel, ronda de duchas, siesta pre noche y salida. Noche de tragos, música, amigos nuevos por la calle de los carros y por los bolichongos.
Al día siguiente nuevamente muy paja, durmiendo hasta el mediodía. Las chicas habían ido a la playa desde temprano, antes de acoplarme fui por el pueblo, compré unos sanduches de mortadela, queso, tomate y palta en pan de queso, y un licuado de mango y banana. En la playa seguí durmiendo, estaba muy cansada!
Ese atardecer fue el mas hermoso.
Dimos cueltas por el pueblo para que las chicas terminen las compras pendientes y coronamos con una riquísima piza de champiñones y vegetales en lo de “Manuel”, cerca de la iglesia. Durante toda la noche la “voz del pueblo” anunciaba la muerte de un lugareño y la aprente costumbre de acompañar a los familiares y ayudarlos con dinero, asi que por el altoparlante se escuchaban los datos del difunto, los nombres de sus fliares y a continuación una larga lista de colaboradores: “Fulano de tal colabora con 1 dólar…!”
El pueblo había sufrido la renovación de los turistas, mucha gente nueva, muchos pendejos. Pocas cosas ya por hacer. Terminamos una vez mas en la fiesta reggae, un clásico de los lunes en el pueblo.
Al día siguiente era mi despedida de las chicas y de Montañita. Dormí hasta tarde, ellas madrugaron para ir hacia Los Frailes, y era ahí donde nos encontraríamos para nuestra última tarde de playa juntas. Como ya habíamos recorrido la reserva ese día fue para tirarnos en la playa y disfrutar del mar ultra calmo.
La despedida fue a la vera de la ruta, ellas de un lado volviendo a Montañita, y yo del otro siguiendo hacia... no sabía muy bien.



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