En Julio de 2008, en una conversación de lo más cotidiana con mi mamá, ella me comenta que se había enterado de un congreso de comunicación en Santiago de Cuba, y que en dos semanas vencía el plazo para la entrega de trabajos aspirantes a participar. Como loca, le insistí para que mandara lo que sea que tuviera en condiciones, porque no sólo iba a ir sino que yo iba a ir con ella. Y ese fue sin saberlo el día 0 de ese viaje tan esperado. Al poco tiempo llegó la noticia que quería: el trabajo había sido aceptado, "ahora tenemos que viajar" me dijo. Y lo hicimos.
Los sellos en mi pasaporte indican que salí hacia Cuba el 14 de enero de 2009 para regresar el 29 del mismo mes. Pasaporte que fue concebido para ese viaje, con el tiempo justo, sin lugar a ningún tipo de inconvenientes en el trámite. Épocas ya antiguas de trámite en la policía federal.
Nuestro vuelo fue BA - Lima - San José de Costa Rica - La Habana. Llegamos a la isla de noche, observando las pocas luces que se encienden en la noche habanera. Larga espera por nuestro equipaje, con el tiempo suficiente para fantasear con todo tipo de problemas al respecto, un parco control aeroportuario, y ya estábamos oficialmente en la tierra de Fidel.
La primera emoción fue reencontrarme con Nati, mi prima que estudia medicina en la isla hace ya 4 años, lo que es una experiencia académica y personal inagotable.
Cambiamos algo de dinero en el aeropuerto (Euros a CUC, la moneda cubana para el turista internacional, distinta en aspecto y cotización al Cubano Nacional, la moneda local, una esquizofrenia económica insólita). Nos tomamos un remis hasta el barrio Miramar de La Habana donde nos esperaban Chacho, un amigo de mi abuelo, escritor, exiliado de la época de la dictadura, que ahora trabaja en la embajada argentina, y su esposa Tere, profesora de filosofía marxista en la Universidad, (30 años menor que él, a ojo)... bien clara la postura política del hogar, no?
Muy amables al recibirnos Chacho y Tere, nos hospedaron en una habitación muy cómoda, nos despertaban todos los días con el desayuno en la mesa, café cubano rico rico rico, y por las noches un mojito bieen casero hecho con las hojitas de la hierba buena q crecía en la casa... rico rico ricooo!

La carencia general debido al bloqueo económico y al impedimento de conseguir productos que no sean fabricados en el país, un país-isla, con terreno escaso y poco apto para la mayoría de los cultivos posibles en el continente. La isla se debe abastecer de lo que la isla produce, y su potencial es muy limitado. A eso se agregan pocos productos exportados de naciones "amigas" del régimen, China, Vietnam, para productos alimenticios, Canadá para los modernos buses urbanos ("guaguas"), y poco más.
Plazoleta de por medio se deja asomar La Floridita, tradicional restorán de la lista predilecta de Hemmingway. Por su costado se baja hasta la Plaza de Armas por una colonial y hermosa callejuela. Sobre uno de sus laterales hay varios puestos de libros usados que fueron nuestra perdición. Sobre el extremo que da a la costa hay un castillo, la Fortaleza de la Real Fuerza, un lindo paseo, y una hermosa vista desde sus torres.
Un pintoresco y curioso paseo es el Callejón de Hammel. Un pintor cubano, don González Escalona se encargó en 1990 de "lavarle la cara" a este callejón habanero en una obra de arte tributo a la cultura afro-cubana. Colores, formas, personajes y frases se mezclan en paredes, suelo, fuentes y bancos.
Otro evento nocturno que vivimos en La Habana fue "cruzando el charco". Todos los días a las 9 de la noche en el Parque Histórico Militar Morro-Cabaña que está bahía de por medio frente al Malecón, se lleva a cabo la Ceremonia del Cañonazo, que semeja el disparo que marcaba la hora de cierre de la muralla que rodeaba la villa. Hay en el parque bares, un restoran, varias salas que explican la historia del lugar y la ceremonia. Los protagonistas están vestidos a la usanza de la época, y lo mejor sin duda, la vista que se tiene de La Habana nocturna, q escasamente iluminada permite disfrutar del cielo estrellado.
Nuestra última mañana habanera fue para una caminata por el barrio de Miramar, por la costa, y de regreso nos metimos en un "super" donde para mi indignación de mis amigas adictas a cierta bebida cola descubrí que ahi era más barata que en el hiperinflacionario bar del hospital!
Dejamos La Habana rumbo al otro extremo de la isla, Santiago de Cuba, en un larguísimo viaje en colectivo/bus/guagua. Cruzamos toda la isla viendo al paso como cada metro de tierra está o construido o sembrado, ni hay margen de desperdicio! Y por qué no recordar la "banda de sonido" que tuvo ese viaje... 9 horas de intenso reggaeton y perreo en una sucesión de videos que por momentos temimos que nunca iba a terminar.
Santiago es una ciudad linda, grande como La Habana, con una pintoresca Plaza de la Revolución dominada por una inmensa escultura de Martí en plena batalla. Nos hospedamos en un hotel muy cercano al centro de convenciones donde se hacía el Congreso al que asistía mi mamá (cabe recordar que ese Congreso era la razón del viaje!). Yo ni lerda ni perezosa me colé en la comitiva y estaba acreditada como "visitante" por lo que podía sumarme a todas las actividades extra académicas, que son como en todos los Congresos de todas las disciplinas, las mas interesantes. Así fue como recorrimos la ciudad, la plaza principal frente a la catedral que curiosamente se erige sobre una galeria. Es una ciudad con muchas lomas, subidas y bajadas intensas para la caminata, pero generosas de paisaje.
También fuimos al Castillo del Morro, una hermosa fortaleza, hoy restaurada y mantenida a museo. Otro paseo que ligué fue a la Iglesia de la Virgen del Cobre, alejada de la ciudad, cercana por supuesto a una mina de cobre, que fue alzada por los mineros del lugar y que aún hoy en día sigue siendo lugar de peregrinaje obligado a todo promesante, por lo que las espaldas del altar están llenas de objetos dejados por los fieles en agradecimiento.


El itinerario marcaba regreso a La Habana para ir hacia Varadero. El medio de transporte era avión, o mejor dicho avionsucho. Por dificultades técnicas se reprogramó nuestro vuelo y eso nos detenía casi todo el día en Santiago, y en compensación la línea aérea nos trasladó a un hotel 5 estrellas de la ciudad. No reímos de Janeiro disfrutando por unas horas las comodidades del lugar.
El tardísimo regreso a La Habana complicó la llegada a Varadero porque era muy tarde y estábamos verdaderamente fastidiadas de las idas y vuelta del aeropuerto. Ahi empezó una vida que desconocía totalmente, la vida "all inclusive". Después de 10 días de caminatas y comida medida, sinceramente la vida de buffet diente libre, cómoda habitación con salida directa al mar o la pileta (por las dudas...), y vida pajera-playera fueron muuy bienvenidos, después de todo eran vacaciones... y en mi (segundo) primer año de residencia! Pero al tercer día ya era aburrido y monótono. Empezamos a salir a recorrer el pueblo de Varadero, con bellísimas y solitarias playas en el "centro", mucho mercado artesanal, callecitas, casas, tranquilidad. Hermoso. Muy cerca de Varadero está Matanzas, que lamento no haber aprovechado a conocer... todavía!
Las noches fueron muy tranquilas, disfrutando de algunos de los shows de los hoteles, los tragos de barras libres, pero hay opciones para descocarse un poco mas saliendo de la zona de hoteles, yendo al pueblo o a otros pueblos cercanos.
En mi paso por la isla no podía dejar de visitar Santa Clara, última morada del Che Guevara, donde fue "mudado" desde Bolivia en el ´97.
El recorrido incluyó también la visita a Cienfuegos, y la bellísima Trinidad. Esta última por si sola es la razón por la que voy a volver a la isla. Apenas la pisé, me enamoré (más de uno se sentirá identificado!), y junto con uno de mis compañeros de excursión coincidimos en el comentario casi a coro: "es igual a Purmamarca!". Los colores, el cielo, las calles, las fachadas... cambien el cerro de los Siete Colores por el Mar Caribe, esa es Trinidad.

Después de esto, el regreso a Varadero, La Habana y posterior y leeentamente a la Argentina es meramente anecdótico.
Este viaje marcó un antes y un después en mi vida. Por el anhelo inesperadamente conseguido, soñado por años pero concretado en muy poco tiempo. Con la compañía de mi mamá, que de ser posible sólo lo hace más significativo.
Desde el último minuto en suelo cubano comenzó la cuenta regresiva para mi regreso...
Mi amigo personal "Fede Erratas" me recuerda através de mi madre q quien lucha en la Plaza de la Revolución de Santiago no es Marti, sino Antonio Maceo. Eso pasa cuando uno no anota y no se hace cargo q a cierta edad no hay por qué confiar en la memoria! Hoy por hoy todo viaje se hace con su respectivo diario bajo el brazo.
ResponderEliminarSalute!